Por: Valeria López Luévanos
Directora de Vinculación en INCIDE Femme
Las mujeres son uno de los grupos más vulnerables ante esta crisis sanitaria. Ahora hay dos pandemias que las vulneran: la pandemia por el coronavirus y la pandemia de la violencia de género, así reconocida por la ONU ya que ha dejado más muertes que la malaria, la tuberculosis y todos los tipos de cáncer juntos y seguramente más que el COVID19.
Desafortunadamente la curva de la violencia de género y los feminicidios es una curva que no se aplana, pues durante esta crisis sanitaria los feminicidios en nuestro país no han disminuido y la violencia en los hogares aumentó de manera considerable. Según la Red Nacional de Refugios y la SEGOB las llamadas al 911 por violencia de género han aumentado en un 100%, muchas mujeres y niñas no han tenido más remedio que quedarse en casa con sus agresores.
Algunas de las mujeres que sufren violencia en sus hogares se ven obligadas a permanecer ahí, pues se niegan a recurrir a sus redes de apoyo (si es que tienen) o a las autoridades y salir de casa, justo porque sobre ellas recae el trabajo de cuidado de otras personas y soltar esa responsabilidad no es sencillo pues de esos cuidados dependen otras vidas. El confinamiento por la pandemia ha limitado su acceso a redes de apoyo y a recibir atención por parte de las autoridades, quienes han demostrado no tener los recursos suficientes ni una estrategia que sea lo suficientemente oportuna ante esta contingencia.
Pero este no es el único problema con el que nos hemos enfrentado. Las mujeres son las primeras en la línea de atención para proveer cuidados y realizar el trabajo del hogar no remunerado durante el confinamiento. En esta crisis sanitaria las y los niños, adultos mayores y las personas con alguna discapacidad permanente o temporal exigen aún más cuidados, lo cual ha elevado considerablemente el trabajo que las mujeres realizan, triplicando su jornada laboral.
La cancelación de las actividades escolares y de las actividades laborales por el confinamiento ha puesto sobre las mujeres una carga aún mayor: el tener que realizar las actividades escolares desde casa. Ahora tienen que ser madres, educar y garantizar el entretenimiento de las y los niños para procurar que este periodo de aislamiento no sea tortuoso y les genere malestar emocional.
Eso mientras muchas de ellas realizan el trabajo del hogar y el trabajo que sí es remunerado. Las mujeres han tenido que realizar su trabajo desde casa, ya no hay horarios definidos para realizar el trabajo que sí es remunerado y el que no. Antes, por lo menos tenían la posibilidad de tener horarios establecidos y separar un poco esos roles y eso les permitía tener la posibilidad de organizarse mejor y descansar un momento entre una actividad y otra, ahora no.
Han tenido que permanecer disponibles de manera obligada las veinticuatro horas del día para seguir ejerciendo los cuidados y el trabajo del hogar, mientras realizan el trabajo remunerado. Lo cual genera aún más agotamiento físico y mental. Han tenido que dejar para después su propio bienestar emocional y olvidarse de la tristeza y la ansiedad que la incertidumbre ante la pandemia genera sobre ellas.
Las mujeres en general la están pasando mal durante esta situación que a todas y a todos nos ha tomado por sorpresa, pero sabemos que hay mujeres que están en circunstancias aún más frágiles que otras.
Por ejemplo, aquellas que no tienen trabajo o que trabajan en la informalidad. Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, en el segundo trimestre del 2019 el 55.1% de las mujeres económicamente activas de 15 años o más, no tienen acceso a trabajos formales, lo cual las pone en una situación aún más vulnerable pues no tienen acceso a la seguridad social o se han quedado sin empleo, pues no hay ley del trabajo que defienda sus derechos. Situación que afecta aún más a las mujeres jefas de familia que no cuentan con un ingreso extra para el sustento del hogar. Aumentando el estrés por la incertidumbre de si el día de mañana podrán comer o podrán recibir atención médica en caso de necesitarla. Otras se ven obligadas a tener que salir de casa para poder trabajar aumentando su riesgo de contagio, regresando a casa con el miedo de contagiar al resto de sus familiares.
Todos estos elementos que se han mencionado someten a las mujeres a una situación aún más endeble durante el confinamiento por la pandemia del coronavirus.
La ONU ha señalado que muchos de los avances que se han logrado en materia de género podrían perderse por la violencia y la crisis económica que está generando esta pandemia. Pues afectan directamente a las mujeres que siempre han sido un sector económicamente vulnerable, pero que hoy está siendo aún más golpeado.
Necesitamos idear y repensar estrategias que ayuden y sostengan a las mujeres durante y después de esta pandemia. En primer lugar, es necesario que el gobierno y el resto de la sociedad reconozcan el trabajo de cuidados y empiece a ser valorado como lo que es: indispensable para nuestra economía, para el avance de la sociedad entera. Las mujeres que se dedican al trabajo de cuidados y al trabajo del hogar no pueden seguir realizando estas actividades en la sombra y peor aún, sin seguridad social, que les permita tener garantías del acceso al servicio médico o que les permita acceder a una pensión contributiva.
Es indispensable que todas las medidas que sean tomadas por el gobierno federal durante esta crisis sanitaria, incluyan a las mujeres en los espacios de toma de decisión y tengan perspectiva de género para que contemplen las situaciones de riesgo que están afectando a las mujeres. Sobre todo, a aquellas que son jefas de familia, que trabajan en la informalidad y que viven en los lugares más pobres de nuestro país.
Es urgente que en los hogares mexicanos el trabajo de cuidados y el trabajo del hogar sea redistribuido de una manera más igualitaria para que las mujeres puedan liberarse de esa carga impuesta culturalmente.
Es indispensable que las redes y colectivas feministas trabajemos en conjunto y evidenciemos la necesidad de que el trabajo de cuidados y del hogar no remunerado sea por fin reconocido por la sociedad y por los gobiernos en todos los niveles. Pero es necesario que sean las mujeres de los sectores populares quienes se involucren en la lucha por este reconocimiento, empezando ellas mismas por reconocer que esas tareas que han realizado durante tantos años, asumiéndolas como una responsabilidad, es trabajo. Son ellas quienes padecen el asumir la carga de trabajo del hogar y de cuidados. Si queremos realmente reflexionar sobre este tema, no hay más experticia que la de ellas, que padecen las consecuencias todos los días.
Sólo a través de la reflexión, el análisis y asumiendo cada persona lo que le toca podremos salir delante de estas pandemias: El Coronavirus y la violencia de género.